5 dic 2010

El paraíso azul


"El brillo joven y el buen acabado". A Antonio Saura. Acrílico/lienzo 250x200 cm. 2007

"Prepárate para ser el hombre que viniste a ser, si puedes. Falta poco. Entonces te van a acusar y no podrás defenderte. O te van a ensalzar y no podrás alegrarte. O te van a olvidar y no sabrás que te olvidan. Prepárate para ser un hombre cuando ya no puedas serlo. De hecho, no sabrás si lo eres, ni lo malo o lo bueno que dirán de ti, o la grandeza o la miseria con la que te cubrirán. Pero apréndelo ahora ante la posibilidad de lo que serás. Prepárate para ser un hombre. Ahora. Ya."

Vergilio Ferreira. Pensar. Acantilado 138

Entre todos estos libros, sobre mi mesa, de Neruda sospecho que el Paraíso tiene que ser azul. Lo creo con mayor convicción después de conocer aquel cuadro de Miró en azul deslavado que pudimos ver en el Guggenheim. Así me lo ha parecido siempre y así se muestra cuando hace fondo en algunos santos de calendario. O en estampas que prometen un socorro azul. Es posible que sea un evanescente, inmaterial azul, sin color apenas. He acertado a verlo en algunas sobremesas en el mar con irisaciones verdes y blancas. Lo he visto en imágenes televisivas. Nunca he estado mar adentro.

"De consumida sal y garganta en peligro
están hechas las rosas del océano solo,
el agua rota sin embargo,
y pájaros terribles,
y no hay sino la noche acompañada
del día, y el día acompañado
de un refugio, de una
pezuña, del silencio."

Fragmento. El sur del océano. Pablo Neruda.

Y, sospecho, que no se tocan las personas en el paraíso. Tan sólo deambulan de un lado azul a otro eternamente felices. Ni se saludan, ni se pegan. Tan sólo se cruzan sin cederse ni estorbarse el paso. Inmateriales. No caminan con celeridad, ni se sientan en bancos cabizbajos. Allí no hay pesadumbre. Oxigenados respiran un paraíso azul más grande quizá que el Universo.
Transcurrido el tiempo parece, a veces, que algo no preocupante ocurrirá. Entre algodones, pero ahora en la seguridad de que todo lo que ocurra será bueno. Celestial. Bondadoso.
No hay palabra ni derecho a réplica. A pesar, como dicen, de estar lleno de personas. Algunos piensan allá arriba que la palabra es un tiro. De gracia.

"No saber nada que sea ajeno:
Mientras dura la repentina caricia
y, con los ojos cerrados, advertimos la excelsa mejilla
de otros cielos que sobreviven a éste."

Caricia. Javier Aguirre Gandarias. Sal despacio. Hordago.



2 oct 2010

Antes o quizá después. Dulces compañías



Fotografía de Jokin Lara. Sala Luis de Ajuria. Vitoria 2010.

"Y ahora se pueden esbozar dos versiones completamente distintas de la aventura de cada uno con su día ..." Ensayo sobre el día logrado. Alianza Tres 275. Peter Handke.

"Todo artista lleva consigo una palabra para transmitir. Pero pobre de él si la conoce. Si la sabe."
Pensar. Acantilado 138. Vergílio Ferreira.

No todo está perdido después de siete días de otoño. Me refiero al calor. Aún quedan sandías en el mercado. Como cofres de sol. Grandes. A la medida del brocal del pozo. Y ... cuadros de espléndidos colores nos mirarán también ajenos a los cambios de estaciones.

No hacía frío ni calor cuando llegamos a las ocho menos cuarto a nuestro destino. El propósito, hace una semana, estaba por encima de eso. Para mí era la posibilidad de ver un amanecer distinto, fuera cual fuera. En otra ciudad. Es todo tan reciente que quizá no pueda llamarle recuerdo todavía. Tomé un café y una tostada en El Vagón. Una cafetería de Lakuabizkarra, decorada a la manera de los viejos coches de ferrocarril. Silenciosa en su despertar y con aroma a buen café. Luego me acerqué a la ciudad, una, dos, tres, cuatro, paradas de tranvía ... quería sentir el bullicio de las personas a esa hora temprana ... vi caras naturales, frescas, despejadas y supuse que Vitoria, ciudad aún abierta, castiga menos a sus habitantes ... eso, al menos, esperaba ver. Seguro que era eso lo que esperaba ver. Luego paseé entre calles, lamentando haberme dejado las gafas en casa, hasta orientarme. Es bonito pasear con tiempo por delante. Al fondo las construcciones de piedra identificarían el barrio viejo y por allí la plaza más concurrida, la Catedral y su parque vestido por un tupido césped y la escultura pública de Koko Rico. Muy cerca hay también obra de Dora Salazar. Allí habría de dirigir mis pasos, en los primeros números de General Álava está el espacio donde expongo mis cosas.
Y ya estaba allí, de pronto, en mitad de las luces, en el vaciado rectángulo interior, que es la Sala Luis de Ajuria. Por sus escaleras apareció también Joaquín y secundó conmigo algunos detalles: la elección de las peanas, el uso de la luz ...

Fotografía de Antón Hurtado. Sala Luis de Ajuria. Vitoria 2010.

Paseamos después hablando, como si no hubiéramos estado sin vernos en meses ... con paso seguro hacia el Artium. El Museo de arte contemporáneo de Álava tiene entre otras bellezas un patio de veladores en la calle, bien atendido, en el exterior de la cafetería. Conversamos y paralelamente vislumbraba, con mi obra, varias posibles exposiciones: La de la furgoneta cargando en el taller. La de su descarga. La del trabajo envuelto en plástico-burbuja y precintado. Conozco memorables trabajos de Sigmar Polke realizados en este material. La mis objetos escultóricos embolsados en papel y de nuevo plástico.
Vivimos un poco en la era de las emociones plastificadas. Digitalizadas.
Y veía también la exposición de todas mis cosas en el suelo, con las peanas ausentes, los cuadros aún sin colgar en las paredes. Colocados aleatoriamente, barajados como naipes preparados para el inicio de la partida. Y a mi amigo andando entre ellos con la cámara que capta la luz ... con Antón distribuyendo para la mejor y más favorable comprensión de cada una de las piezas. Contamos con la suerte de los metros. Hay que dejar espacio entre las obras. Me acuerdo de Erri de Lucca: - "¿Te parece bien aquí?. Le pregunta al cepellón del árbol que va a plantar, en uno de sus libros. Reconozco que pensé en los poemas que le surgieron a William Carlos Williams alrededor de Brueghel. La pintura, la escultura, es un tratado, también, de lo que no dices. Pensé en esas caras que al amanecer tan naturales y limpias ... en la acumulación de coches de niños en el tranvía. En ese ejercicio del "todo fluye" que anuncia Tápies en sus escritos. En blanco y negro. Ensayos. Galaxia Gutemberg. Tan recomendables. Lo traje en la bolsa de viaje como amuleto. Como tabla de naufrago. Pensé en el señor extranjero que mira con cara de no entender, y en los habitantes del mundo que se contagian de esa falta de entendimiento.

Y ahora en la seguridad de mi casa, en este valle y en silencio pienso en escribir con gratitud a José Manuel García de la Mora, para hacerle llegar nuestro afecto, lo bueno que nos resultó conocerle, la templanza que nos transmitió y el hecho de habernos reiniciado en los juegos de mesa (crucigramas), y a Pedro José y Tere y renovar así, la foto que nos hicimos en circunstancias similares hace algunos años en Basauri, Aquella exposición se llamó "Lugar exacto donde cayó el globo". Alusión matemática, quizá, a ese porcentaje de fatalidad que nos mantiene cautos, prevenidos.
Pienso en los trabajos próximos que me proporcionarán este magnífico beneficio de la duda. "La duda me lleva al taller", dice Manterola.
Por ahora soy tan sólo la herramienta que produce estos cuadros, objetos y lo demás es esto que os cuento. Balbuceando. Considero poco verosímil hablar tan sólo de pintura, de arte en exclusiva. Volví a Lakuabizkarra en tranvía. Maravilloso invento. A las doce y cuarenta y cinco. De la Ajuria a la Ajuria. Me vuelvo a Bilbao con Bego. Si la arquitectura de la sala me envuelve, me trata como mi amiga; la familia, la amistad en mayúsculas. Todo resultará un éxito.

Van llamando los años en mi cuerpo,
y los voy alojando con incomodidad,
vanos y numerosos. Se tienden en mi cama,
manchan mi soledad, hastían mi figura en los espejos.

Fragmento del poema: Desaparición de un personaje en el recuerdo. Francisco Brines.

Salud. Saludos

17 sept 2010

"Dulces compañías". Próxima exposición

Permitidme, los lectores del blog repetir este poema:

Por la luz oblícua, debía ser invierno,
un puñado de ojos buscaba
en los míos
iluminados epitafios.

Me desagradaba ser mirado así,
no tengo piedad
ni rosas, conozco las gaviotas por el vuelo,
vengo de las orillas del mar.

Son lentas las postreras
luces, tampoco tengo prisa:
no entiendo esas voces,
si me llaman, no es a mí quien llaman,

que no soy de aquí.

Dulces compañías

Este que leéis es el poema número diez de los diez poemas que contiene el libro de Eugenio de Andrade. Contra la oscuridad. Editorial Pamiela 14.


Ni piedad ni rosas es uno de sus fragmentos. No he encontrado título mejor para nombrar este objeto y su intrínseca dramaturgia. Llamémosle pues "Ni piedad ni rosas" en homenaje o invocación a este hombre de Oporto que admiro. Poeta. Luego llamémosle X, llámesele escultura o conjunto exagerado de un ápice, simbólico diminuto de todo lo que nos sobra y no obstante tenemos a mano. Aquellos de vosotros, de ustedes, que han visitado exposiciones diversas seguro que tendréis facilidad para ubicarlo en vuestras retinas. Bien !!. Llamémosle poesía.

Ocurre que tuve la fortuna de asistir a un seminario sobre Poesía visual-Poesía concreta impartido en Bilbaoarte por el uruguayo Clemente Padín. Una celebración. Abarató el concepto que tenía entonces de las importancias. Comulgo con el mundo de las empatías. Es decir: Es muy agradable ser importante. Pero más importante es ser agradable.

Según algunos científicos es una de las soluciones para esta era tormentosa que vivimos. La empatía.

Desconozco lo creativo-lucrativo y esta ignorancia del mercado me mantiene en líneas de trabajo muy concretas. Esto es: estoy tan sólo en la praxis de un oficio adivinable en estas paredes. Podría decir que nada me interesa más que los sueños. Acompaño en esto a Sigmund Freud y a su sobrino en el gusto, la necesidad, la militancia en la pintura. Perdonad si esto se os antoja comparativo, no es mi intención pero si me motiva que se me entienda.

Siempre me ilusionó, siguiendo en el mundo de los sueños, la idea de que uno de mis trabajos fuera portada de disco. Debería ser preferentemente un redondo disco de Jazz. De Hank Jones, Herbie Hancock, Bud Powell o Brandfor Marsalis. Ser portada de un libro, de un poemario quizá como este precioso de Eugenio de Andrade, o un panfleto. Siempre quise escribir como Bob Dylan. O pensar, no lo sé. Modesto, se me antoja poco probable, pues no se si sabría pensar en inglés o voy más lejos, norteamericano. Nunca estuve en esos mundos.

Fui portada de catálogo de un certamen para artistas noveles. En este caso competía y figuraba también en su interior. Y el resultado no me satisfizo. Resultó ingenuo, malogrado. Un intento banal, vaporoso como espuma entre cantos de río acelerado. Lo guardo con cariño, pero todavía sigo preguntándome cuándo deja de ser novel un artista.

Sigo entonces haciendo mi disco, mi libro imaginario, que en este mundo de empatías que os cuento será de otro. Nadie lo ponga en duda. No soy músico. No soy escritor.
Sigo procurándome dulces compañías. Cuadros, esculturas, objetos potencialmente exponibles. Más dulces aún que mis amigos. ¡¡Qué lo son!!. Más dulces y menos sabrosas que los chocolates de Estella o de Mendaro.
Diré como Hieronimus Bosch, el detective de Michael Connelly, con nombre de pintor: "Gastaré mi dinero en pintura, jazz y cerveza".
Toda mi vida última, transcurrida, está relacionada con eso. No puedo vivir sin la pintura. Sin lo creativo-lúdico por lo que contiene de autobiográfico. Sin la música acompasando todo lo que ocurre en mi taller. No puedo prescindir de la pintura. Mantengo con ella, ahora si, conversaciones con lo inglés, con lo norteamericano. En sueños me transporta y me iguala.

Ahora no puedo prescindir, no me queda tiempo apenas y aún falta octubre, noviembre y tantos, tantos años más de pintura. A ratos me sacia y a ratos me hace inteligente, como dicen que han de ser los humanos.

Me siento plácidamente en el autobús de línea, en el 76. Me acompañan personas que andan a otros afanes. Si me llaman no es a mi a quién llaman que siempre ando ocupado en estas cosas.

Aquí, Dulces compañías, os muestro mis trabajos. Algunos cuadros, dibujos, objetos. Ni piedad ni rosas. ¡¡Otras cosas!!.

Conocí la galera
por el platillear
el andar de la mula
y el cantar del gañán

Seguidilla extraída de Los carros vacíos. Novela policíaca de Francisco García Pavón.

Llevo la varja cargada.

Dulces compañías. Llámesele X, llámesele poesía ... "Si saben de uno, cosas que ni uno sabe que sabía" Joaquín Sabina.

Vedlas. En su interior está todo el cariño que profeso a mis contemporáneos. A mis amigos. El juego consiste en que volverán a casa, celestiales. Al finalizar octubre. Al taller y allá en silencio o con el piano clarísimo de Sonny Clarck acompañarán a este maravilloso y veraz poema de Javier Aguirre Gandarias incluido en su poemario Sal despacio. Ediciones Hordago.

Conquistaron
otros terrenos más ampliables en enérgica protesta
o ley de creación, equiparando la suma de los
juicios el proyecto del suma y sigue, en la decisión
no necesariamente rectilínea. Sin dejar, por eso,
el gobernalle que se controla con los años
y requiere adivinar, en la huella regularmente señalada,
un margen de libertad que nunca fuese adulterado
por caca de los chiquillos. Quiere decirse
que aunque somos bastantes pero mal avenidos
y aunque todos tenemos algún derecho
a reivindicar la imagen de Júpiter y Apolo
y, en cierta medida, la de Saturno y Afrodita, lo más divino
es que nos vamos y nadie nos ha visto.

Saludos. Salud


Carmelo Camacho
Sala Luis de Ajuria
del 25-9 al 14-10 de 2010
General Álava, 7

Vitoria-Gazteiz

lunes a sábado de 18,30 a 21 h. Domingos y festivos de 12 a 14 y de 18,30 a 21 h.






16 ago 2010

Un camión de hormigón, un papel de caramelo



Un camión de hormigón, un papel de caramelo.
Mixta/lienzo. 200x200 cm. 2007

Hicimos pausadamente lo que vinimos a hacer aquí. Nos faltó gas en la bombona o el problema era de la candileja. Volvió nuestro amigo de Madrid con un buen resultado. La vida consiste en dormir en colchón prestado, en una preciosa habitación con mesitas castellanas, lámparas y libros en los estantes. una cómoda con algunos cuadros, forman el decorado. En las paredes se deja notar la arquitectura de esta antigua casa. Luego de dormir añorando el propio colchón; enamorados por el hecho de compartir cabalmente el todo del día. desayunamos repetidos cafés y un pan redondo y plano. Un pan aceitado, que aquí dan en llamar torta. Muy rico. La pareja de panaderos jóvenes tienen modos y aspecto de estar siempre recién casados. Ostentan el negocio con capacidad y el ánimo primordial y transparente del laborioso Benjamín. La Bondad. El abono de este pueblo, que este año no recogió, las pagaban a 30 céntimos en el mayor, sus cerezas.
Leemos el libro que dejamos parado en el mejor momento anoche, cuando nos usurparon la tranquila presencia del silencio. Los jóvenes son jóvenes. Los pájaros son pájaros, decía Evaristo. Se reunen en el soportal de esta añeja casa al abrigo de un banco que llegó hasta aquí del cercano paseo de la princesa Cristina de Noruega. Junto a la Colegiata. Un banco de noche para procurar el inicio de los primeros cigarrillos, porros, besos. Un banco de parque, de paseo. Que camina a voluntad de los imberbes o los maliciosos. O los sencillos. O los corajudos folclóricos amantes del lugar y las cigüeñas. Este año hay tres.
Unas horas después de despertar nos socializamos en busca de comida. Quiero decir, de ésta manera todos sabrán que estamos en el pueblo. Los pájaros son pájaros. A los ultramarinos. A comprar el pescado, buenísimo si está bien elaborado, y todo lo necesario. Estamos en Burgos y queda la historia viva entre sus adobes y muros. Hay una chacinería estupenda. Morcillas bien especiadas, como con alegría. De arroz. Como si estuvieran avaladas por el silencio, la naturaleza, que nosotros venimos extrañando. Disfrutamos del aroma de los tomates recién regados. La visión ocasional del juego de unas ardillas en una sabina, arrullada por el riego del aspersor. Emulamos así la vida del campo de Verga, Pavesse, Delibes. Y Saramago cuando nos dijo todo aquello sobre Portugal. Adormecemos aquí nuestro afán de conquista. Nos tranquilizamos, por pocos días. Hay tabaco y periódico, regaliz en barra para los que dejaron de fumar. En el estanco puedes seguir jugando a hacerte rico. Y comprar novelas y otras innumerables mercancías. Dos horas después nos vamos caminando hasta la finca. Apenas 1400 m. manejables, la medida ideal de la intimidad. Domables con el agua de riego constante y una caseta de obra metalizada. Llegada en camión. Esos camiones que sacuden estas carreteras. Con una docena de frutales de poco riego y un símil de huerta suficiente. El secreto está en el pozo, de ahí manó agua, según nuestros amigos, gracias a San Antonio y 3000 €. Peor hubiera sido si el pocero se hubiera cegado en tierra o encontrado un teso de yeso cristalizado, o una valija, amor o un osario. O una tesela, o un denario. Un ápice de camino romano cruzado en su búsqueda.
Y hay también unos álamos gigantes a la derecha, al fondo. Una decena de arbustos bien crecidos. Arborescentes como pira que no apagara nunca. Unos cipreses dándonos, dandys, la bienvenida siempre. Un manantial de paz en tres palabras. Con independencia del chapoteo de los chiquillos del lindante camping de reposo y piscina. Y su discreta y respetuosa megafonía. Pienso que en otros lugares sonarán músicas del verano de sol a sol. Obligadamente alegres. Repetitivas. Aceleradoras del transcurso del día vacacional. Músicas que dan sed para acabar con todo el dinero que llevamos en el bolsillo. Pienso que en Agosto no hay música mejor que la que produce el roce de las ardillas en sus saltos de plátano a sabina, de sauce a cerezo viejo. El almacén de comida ideal para estos bichos de cola larga. Ni música mejor que la boca de riego manando agua. O que la tijera de poda cortando madreselva, eso verde muy ramificado que todo lo atrapa, como la vida. O la propia música de los textos leídos en silencio. Cerebrales. Los tan queridos artículos de Muñoz Molina. Los recordados de nuestra querida ausente Mercedes Soriano. Seguro que ahora le hubiera gustado compartir con nosotros armonía. O utópica independencia. O la música misma del suspense que no termina nunca. Preparándote para ser buen espectador del desigual e inquietante cine televisivo.
Una parte del día se ha ido con estas notas y nos espera darle vida a la herramienta. Sellar la tela asfáltica, coger unos cubos de caduca cereza no recogida. Simplemente sentarnos a ver el campo o los ojos del puente sobre el Arlanza en su magnífica y muy necesaria construcción. Cinco bares hay en este pueblo y no los hemos visto en esta ocasión. Con esta lentitud el bien o el mal no existen. Pero el bien nos lo llevamos con nosotros engarrafado en cinco litros de vino de Evaristo. Clarete Rachel de cepa, de palo centenario. Muy fresquito al paladar, sin nota de malicia.
Y ahora quiero recordarte amigo Antón, cuántas veces rememoraré a aquel artista. Parado en el sur de Francia, por una huelga de transporte en la frontera. Usó para su trabajo la imagen de la habitación que le había correspondido. Allí elaboró el pintor una nueva e interesante versión de los cuadros que le tocaron en suerte: cisnes, ciervos. Miel sobre néctar de brezo. La maravilla con fuego bajo en su interior. La vimos en Vanguardia...¿recuerdas?.

19 jun 2010

Discurso de las Plazas



Alberto Rementería. Chicas


Usted es muy amable.

Bolo. Ese montón de dudas llamado chatarra. Amargord ediciones.

Acabo de conocer que en Rumanía, los hombres para mostrar el duelo, el dolor de la pérdida de un ser querido, se dejan barba durante cuarenta días. Me ha impresionado esa costumbre. Esa norma.
Hace días que considero la nueva Plaza de Arriquibar, casi desde su inauguración, como la más inhóspita de Bilbao. Al principio me dejé llevar por ese movimiento, en tiempo record, de la fuente principal. Se puede ver ahora alzada y rodeada con un grupo circular de bambúes. Pequeños bambúes que aparentan querer vivir en un lugar más soleado. Tendrán que reponerlos vuando adolezcan de frío, cuando vayan echando de menos el calor. Valoré positivamente sus quitamiedos de bronce. Quizá me dejé llevar por la limpieza. Pura fantasía.
Al cabo de unos días, en mi paseo de mañana, ví que habían quitado el único banco de esa Plaza para que no fuera ocupado por indigentes. Serrado de raíz. Con rotaflex, como se hacen esas cosas. El ayuntamiento explicaba que era por eso, por los atorrantes, su ausencia. En un acto de responsabilidad ¿civil?, ¿ciudadana?.
Observo la Plaza ahora con añoranza, esa plaza de paso donde vivía la "loca de Arriquibar". Donde soñaba la Señora de Arriquibar. Mi perro siempre se portó bien en aquella plaza. Claro que con un metro veinte de libertad. Siempre atado. Ocasionalmente los acupantes de sus bancos me ayudaban a acabar con mis cigarrillos. Y cuando paso ahora al sombrío hall del edificio transformado, no dejo de pensar en aquellas gentes. Expulsadas de su paraíso. Y su muestario de columnas no me dice más que: -aquí hay gato encerrado-. ¿Dónde se juntarán ahora esos amantes de la intemperie?, esos fumadores empedernidos de cigarrillos ajenos. Quizá adoleciendo la ausencia del magnífico banco que les diseñó Philippe Starck, se dejen barba ahora cual rumanos. Ya es sabido: "el muerto al hoyo y el vivo al bollo". De no ser así ¿Qué haríamos?.
Habitado por este sentimiento, contrario a la nueva bilbainidad que propone la Alhóndiga cultural: consume o muere, parecen decir sus directivos. Paga por comer, beber, descansar, mirar. Levemente, a un precio módico, con descuentos familiares y algunas facilidades. Haz gimnasia pagando. Usa la piscina pagando. Darío Fó acaba de declarar que con la muerte de José Saramago se le ha ido parte de la vida. El mismo Darío que escribió: Aquí no paga nadie. Claro que ahora con el paso de los años, casi como antes, esto de no pagar se ha convertido en patrimonio de los importantes.
Más no hay regla sin excepción y para salir de lo grave de este asunto os recomiendo la exposición maravillosa de Alberto Rementería. CHICAS. En el Colegio de Abogados de Bizkaia. Rampas de Uribitarte nº 3. Esta vez el ojo complaciente del cada vez más humano artista, retrata la magnífica, larga, insuperable vida de los bancos. De los bancos de Paseos y de Plazas ciudadanas. El exceso didáctico de Alberto hace de esta exposición una nueva entrega del cómo, por qué y para qué el arte. Salud maestro.

14 may 2010

Cotidianeidades, enseres. Iñaki Sáez



Paleta. 30x41 cm. mixta/tabla. Iñaki Sáez en los 80?

Por la luz oblicua, debía ser invierno,
un puñado de ojos buscaba
en los míos
iluminados epitafios.

Me desagrada ser mirado así,
no tengo piedad
ni rosas, conozco las gaviotas por el vuelo,
vengo de las orillas del mar.

Son lentas las postreras
luces, tampoco tengo prisa:
no entiendo esas voces,
si me llaman, no es a mí quien llaman,

que no soy de aquí.

Eugenio de Andrade. Contra la oscuridad. Ed. Pamiela 14

Aparecieron un centenar de discos. Entre las cajas. Unidos a otros materiales apreciados. La más mínima cuña, un dado. Murió Giuseppe Panza di Biumo (Milán 1923-2010) el 24 de Abril. Coleccionista de Arte contemporáneo, a los 87 años. Francisco Calvo Serraller escribe un obituario en El País del sábado 1 de Mayo. Me gustó muchísimo la exposición que pude ver de su colección. Recuerdo con placer un dado diminuto, magníficamente iluminado en el centro de una gran sala. Él sólo. Paralelamente coincidiendo en el tiempo un latino pintaba constantemente un haba por las calles, plazas, aceras y mobiliario urbano de N.Y. Posiblemente una de las mejores colecciones en manos privadas, dice Calvo Serraller; que se puede visitar en su Museo personal en villa Menafoglio di Litta en Varese.
No es del todo cierto que no sea partidario del viaje. He leído bastantes libros en viajes de autobús de trayectos de corto y largo recorrido: Columnario de Francisco Calvo Serraller, Galaxia Gutemberg terminado en una playa de Elche; La novia de Matisse de Manuel Vicent, Alfaguara y otros tantos. Así es como estoy muy agradecido al viaje. Volviendo a Panza que decía: "El bien y la belleza son una misma cosa, entidades inseparables e indivisibles. La vida es una sucesión de momentos. Quién vive los momentos de la belleza, vive también los del bien y toda la felicidad que es capaz de proporcionar la vida. ¿Qué otra cosa mejor le podría caber en suerte?".
Podría, digo, acabar mis diversas lecturas, ahora mismo, en un viaje en autobús hacia la casa de este sensato y anhelante coleccionista de arte mínimal. Celos de Catherine Millet, Señora de la miel de Fanny Buitrago, ambas de Anagrama, o Entre la bruma, el cuarto libro de Simonetta Agnello Hornby en Tusquets editores. En fín, un sistema más para poner remedio al cansancio de la mudanza. De la preparación y acomodo de todas estas cosas mías, que van apareciendo entre cajas. Un centenar de discos, un dado diminuto que escapó de su juego para convertirse en homenaje y memoria del finado Giuseppe Panza. Un juego de cartas de artistas alaveses. Desafortunadas las elecciones regionales, que dejan huecos de la visión completa del arte.
Bien es cierto, que es un modo de empezar, si se quieren hacer, mostrar, saber, las cosas. Pero llega un momento en que son más los que no están que los que están. Como en el universo Tierra que habitamos. Decididamente fumo un cigarro a la hora del despertar de Antón en el camino. Es temprano. Según mi GPS personal, ahora, saliendo de tierras de Zamora. Ánimo caminante, hay paisaje en todas partes. Y paisanaje.
Guardo el recorte de prensa en el librito que nos gusta a ambos: Días de diario de Antonio Muñoz Molina, un delicado libro editado por Seix Barral-Únicos-11.
Aparecen entre marcos y cristales sueltos, entre lienzos y bastidores por finalizar, papeles y más papeles, suplementos culturales por doquier, apenas revisados, obras de amigos, de artistas con los que me relaciono, que han llegado aquí de un modo u otro. Historias, anécdotas con testigo.
Esta tabla-paleta, por ejemplo, a la que le tenemos tanto aprecio como tiempo que lleva entre nosotros. De Iñaki Sáez. Un artista merecedor de encontrarse en todas las listas. Un artista con un buen sentido de la verdad. De su verdad. Que es la nuestra a este lado del universo Tierra que llamamos VIDA. El caso es que tenemos otra obra de él. En papel, una suerte de serpiente pintada con brea y acompañada de dos pequeños congéneres y su sol. ¿Eran los 80?. Saludos Iñaki y naturalmente salud.

8 may 2010

Eduardo López. Lo que sé de mí ... tan sólo - III

Esperaba, pretendía, ampliar esta entrada con una imagen. De haberla puesto debería haber sido una obra de Edu López, tal vez un retrato del autor de este texto magnífico. Este es el fin, en definitiva, del gran, mediano, pequeño Arte: conseguir estos momentos de escritura, de lectura. Sé que de este modo mi trabajo ha entrado en la Historia del arte. Reiteradas gracias a Edu López.
Os acerco el texto completo del catálogo de mi última exposición en Bilbao.

Y aquel pijama rosa en pie bajo la lluvia
Pere Gimferrer
Gracias por las flores
En 1920 Kutr Schwitters recorría las calles de Hannover en busca de los objetos que un principio de siglo bombardeado desde muchos frentes iba dejando a un lado como inevitables despojos. Grosz nos cuenta, en su más agria que dulce autobiografía, como un poderoso ambiente de insatisfacción y de zozobra había ido instalándose en una Alemania donde a cada momento se anunciaban cambios y se presentían revoluciones, perdiendose con eso el ritmo que se pretende natural de todas las cosas o, lo que no se sabe bien si es peor, sumándose o riñéndose equilibrios para dejar a la sociedad sumida en un alboroto tan inmenso y rabioso como inevitable. Schwitters recogía muchos de los desechos que la sociedad perdía para mostrarlos luego en otra cosa, con un afán (nos cuenta Grosz) de burla primero, disolviendo las fronteras entre el objeto artístico y el deshecho, entre el sagrado museo y el basurero. Con el tiempo, esta manera de contar entre las bombas, se transformó de grito dadaista en nuevo texto en el libro de la historia del Arte.
Cuando entro en el estudio de Carmelo Camacho y me paro ante el recibimiento que me brindan sus esculturas en proceso de construcción, justo un momento antes de girar sobre la biblioteca, sobre los cuadros que se apilan como tabiques de una arquitectura que se va levantando constantemente, que se clavan a la pared, inundándola, o que toman las puertas, no puedo dejar de recordar al Schwitters que conicí en Berlín, encerrado ya tras el cristal que el museo coloca como guardián de ideas importantes, pero capaz aún de mostrar toda su rabia, triste e incandescente fiera encerrada tras su jaula. Aunque en Carmelo, esta furia de las cosas que se pierden y encuentran nace menos de la insatisfacción que del afán por construir a partir del plantarse ante los objetos que se van descarriando, desgastando a nuestro alrededor más cercano. Humildad del sacacorchos condenado al cajón de las desapariciones, de la palangana que se hartó de contener aguas o aceites o disolventes, del bote sin tapa que espera su destino de vertedero, del trozo de cuerda que hace tiempo perdió toda esperanza de anudarse a nada, de la botella que extravió su nombre de botella, del interruptor que no interrumpe. Y es con todo ese escombro silencioso, como el tipo que cuidadosamente recoge piezas importantes entre los despojos que dejó un obús tras su caída en medio de la casa, con lo que se construye un ente nuevo, un nuevo texto compuesto por fragmentos salvados del desastre, que es recuerdo de las cosas que fueron y otra nueva, renueva, diferente y en donde toda esa cuerda de perdidos y condenados sin aparente remedio vuelve a funcionar para mostrar ahora, no solo el profundo misterio de los objets trouves surrealistas o la rara inteligencia de los Ready Made modificados, si no su extraña alegría de objetos alzados, recuperados del olvido inevitable al que los conducía el trajín de la vida, para ser ahora otra vez letra, párrafo de un texto nuevo y diferente y que no es otro que el que surge desde los márgenes de la memoria del artista.
Ahora bién, este interés por la botánica de los objetos perdidos no nacerá en Carmelo por una suerte de generación espontánea, por el contrario irá inevitablemente unida a un discurso más rico y complejo en donde se tenderán puentes entre la lectura ( y el amor inquebrantable al libro como objeto maravilloso) y el dibujo, entre el dibujo y la letra, la letra y el color, el color y la idea, la idea y su contrario, el arte y la vida, la propia comunicación y sus defectos y aciertos, la amistad fundida en bronce y el discurso perverso, la curiosidad universal y el monstruo que lo confunde todo o que impide que las cosas ocurran como siempre queremos que ocurran. De aquí la fiera de Carmelo Camacho, su furia expresionista e ilustrada que respeta y agrede a un mismo tiempo en cualquier formato y que comienza con la selva hasta llegar al hombre que se transforma en uno de sus propios objetos construidos, en otra de sus herramientas, para acabar inevitablemente en cosa que se fractura y pide, quizá, ser rescatada. Con lo que la cinta imaginaria que hilvana todo este universo concentrado en el estudio se cierra, suturando al hombre perdido junto a su universo, que vuela por los aires.
Parece, de esta manera, que en las obras de Carmelo ha entrado la tormenta, se la ha invitado a pasar, a quedarse como se queda un extraño inquilino, para ver aparecer de este encuentro borrascoso el seguro alboroto que aclarará las cosas tras su paso, pues, así como una vez consumido el temporal suponemos un paisaje más limpio o resuelto por deseado, vamos viendo como de este pupilaje casi increíble nos llegamos a guardar, de entre otras muchas, un par de cosas importantes: el mismo acto de gozar ante la visión que nos lanza el propio remolino donde, como en un fiero baile, danzan las cosas, casi todas las cosas por los aires (dónde se respetan tan sólo los límites que el artista se encarga de marcar), y la esperanza de un seguro esclarecimiento.
Por eso nos impresiona todo ese inventario de existencias que, bien protegidas, Carmelo parece guardar en frascos que destapa para ir dejar saliendo, de una en una, hacia sus obras. Después asoman, entre el aire fiero de la tormenta, luces de todos los días, personajes enfrentados, mobiliarios casi perdidos, flores imposibles, saludos, galería de retratos que, de pura cabeza se van también moviendo en otra cosa, que fueron y ahora son mesa, celosía, espino o martillo o cosa que uno crea, que son cabezas pregunta y respuesta y que ahí plantadas con todo lo que tienen de monstruoso asustan un poco como cabezas radiográficas y paisajes posibles junto a una enciclopedia de colores en lucha, guerreros de cualquier otra cosa que no sea una guerra y que, autónomos, adquieren el estigma de un raro individuo, hombres pues que se disuelven hacia el color, que se van perdiendo poco a poco o ganando al mismo tiempo, gracias a una extraña alquimia impresionante, junto a colores que toman el camino contrario hasta encontrarse todos en la plaza de esta ciudad, inmensa que es cada obra de Carmelo Camacho.
Mientras tanto, otros puentes se tienden como flores del jardín que cultiva Carmelo, pasillos que unen su obra con la de Kandinsky de principios de siglo, con los expresionismos alemanes que después dieron paso a Dada, con lo que ahora entendemos como Arte africano y también con el primer Pollock. Después asoma Rothko, Sam Francis, las esquinas y el humor de Guston o Kline hasta llegar al robusto corazón de Willian De Kooning, al abismo de Mason, a la limpia escatología de Bacon o, más tarde, a su reflejo en los informalistas españoles de mediados del siglo pasado. Pero todo eso importa sólo, si descubrimos su relación con la literatura elegida que va trepando desde su biblioteca y que le inclina también hacia el relato, para aparecer siempre en forma de título que completa las obras coronándolas (en este caso el título, la propia caligrafía del título, es parte de la obra que se ha quedado un poco más allá). Yendo un poco más lejos podría pensarse que buena parte de la naturaleza, en la obra de Carmelo, crece en la biblioteca, de entre los libros, y que todo ese leer selecto hace que se plante delante del trabajo del arte como se plantó el primer hombre, a escribir un texto sin haber inventado aún las palabras, ni las letras, ni nada parecido, temiendo muchas cosas, deseando otras muchas para acabar también, como Carmelo, inevitablente invitando a que pase la tormenta.
Después vendrán las flores, ahí está el gran juego, pero ese es un enigma que cada cuál tendrá que descifrar.
y ...

Lo que sé de mí ... tan sólo.

Toda obra de arte encierra, entre sus recovecos, una biografía secreta y, la más de las veces, confundida. Es muy posible que allí se cuente, a sabiendas o no, la vida de los otros, o la de las cosas, o la de alguna cosa, o la del mundo en parte, o la de todo el mundo o, gracias a una suerte de metafísica (prevista algunas veces otras no tanto), la vida de la propia vida como cosa abstracta, inmensa, precipitada de todo, inevitable. Quizá este contar las cosas construyendo otras nuevas (complicando y recomplicando el proceso de organización y presentación de lo contado así cambien los tiempos y, con ellos, los artistas) esconda entre los pliegues de su fundamento una suerte de querencia biográfica de la que nadie puede escapar y que se enreda casi siempre entre la niebla espesa que, por fuerza, acompaña al discurso tramposo dispuesto por la memoria. Por otra parte, del querer contarlo todo (siempre se cuenta todo aunque en ocasiones parezca no contarse nada), del pretender contar la vida de las cosas o de las relaciones que surgen entre ellas (quizá sea ésta también otra forma de vida en emergencia), del querer contar, en fin, las vidas de otras vidas, se llegue a desprender un fino hilo autobiográfico. Es inevitable. El artista, entre otras cosas, es muchas veces filtro que se cuenta mientras que va contando, construyéndose a sí mismo, y de esta manera, una suerte de biografía de camuflaje o una autobiografía escondida (o que se esconde) mientras se representa y también, finalmente, cuando se presenta. Admitir esta suerte de aparición, precisa de buenas dosis de sinceridad por parte del artista, y también de arrojo. No es tarea fácil, tras un esforzado ensayo de franqueza, llegar a reconocerse, como tampoco lo es presentarse así, aparentemente desarmado, admitiendo enseñar lo que se sabe que se sabe de uno, ya sea como fuere, si a través de uno mismo o a través de los otros o de lo otro o de lo que se guarda o de lo que se va dejando. Aunque llegados a este punto (atrás ha quedado definitivamente el siglo XX) uno podría dudar, no sin poco fundamento, de cualquier pretendida ingenuidad por parte del artista o del objeto de Arte. De esta manera surge un extraño juego de contrarios en donde lo que se admite como sabido de uno mismo no será otra cosa que lo que, en la medida de sus posibilidades, saben de ese uno mismo los otros y en donde cada uno avanzará como pueda en la construcción de un relato que se propuso realmente más abierto de lo que en apariencia se pretendía. Cuando Carmelo nos muestra, seleccionado y re-unido lo que de él sabe, no está con ello, en ningún caso, cerrando la puerta al discurso interpretativo, por el contrario, será a partir de aquí de donde surjan todos los otros que, siendo él mismo, no dejarán de sumarse a la construcción del edificio que se inició tras el ofrecimiento implícito en el título. Y es aquí donde se encuentra gran parte de la riqueza del juego propuesto por Carmelo y la solución y también la trampa. A nosotros, ahora intencionados cómplices, nos queda tan sólo disfrutarlo.

Eduardo López
Bilbao, Diciembre 2004 - Enero 2010

30 abr 2010

Pamplona. Exposición de Deproart.



Musgo II, 22x18 cm 2010

estoy rodando una revolucioncita
estoy rodando una linda revolucioncita
ya no soy ni mucho menos de tierra
que vuelvo a ser de agua
llevo espumantes crestas sobre la cabeza
también llevo en la cabeza espectros tiradores
sobre mis espaldas reposa una sirena
sobre mis espaldas reposa el viento
el viento y la sirena cantan
las crestas espumantes borboritan
los espectros tiradores caen rodando

estoy rodando una linda revolucioncita zurridora
y yo caigo y yo musito y yo canto

Lucebert

Siempre es buen momento para recordar a Lucebert. Su poesía es maravillosa. Parece surgida de un pincel. Mañana voy a Pamplona. 1 de Mayo. Como todos los artistas: trabajando. Inauguramos el 10 de Mayo en Deproart. El nuevo proyecto de José Luis Mayor y otros. Colectiva. Con Antón Hurtado-pintura, Virginia S. Itoiz-pintura, Dik Rekalde-fotografía, Juan Sukulbide-pintura, A. Álvarez Lizarbe-escultura, Ricardo Azkagorta-escultura. Es una colectiva distinta porque todos los autores presentan varias obras.
Deproart está ubicado en el polígono de Mutilva Baja. Calle 0, nº 32. Salud y suerte.

23 abr 2010

230 poetas. Petit Hotel Palacio de Arana



230 poetas. Apenas dejo un resquicio de luz entre escrito y escrito. Celebro que estoy terminando una amena obra de Veit Hainichen. Los muertos del Carso. Siruela 121. Policíaca. Me compraré más de este autor. Los hechos se desarrollan en Trieste y alrededores. Lugares desconocidos para mí. Allí paró Libe. Esposa multifacética de Leonardo Gª de la Mora, hermano de Pedro José y políticamente de Tere Carcedo, que ya son de esta casa. Libe, nuestra amiga de vuelta en autobús desde Bulgaria. Accidental vuelta en autobús. Alternativa pesada y costosa al avión parado por el volcán ceniciento de Islandia. Pesada y peligrosa alternativa fraguada muy lejos. Donde los hombres, caprichosos y salvajes, no hablan a las mujeres. Hay mundos peores que el peor mundo imaginado. Todavía tienen paño para escribir los autores. Los defensores de una tierra más justa y equilibrada. Leo en la calle un cartel para las jornadas de la Tierra y su viñeta de Quino "Seguimos construyendo la destrucción del futuro. Rogamos sepan perdonar las molestias". Es, como sabéis, el mismísimo creador de Mafalda.
Sigue pasando el tiempo. "Nos vamos haciendo viejos" dice Silvio Rodriguez en sus memorables letras cantadas. Inexorable e impacientemente estamos metidos en el reloj inmenso, rojo de Anish Kapoor, como cera, como masa derretida, como magma arrastrado por un agigantado minutero que crea rebaba a su paso. Impresionante su exposición en Bilbao. El Guggenheim es hoy un lugar dónde ir a quedarse. Estupefacto y quieto durante días, con sus noches vascas aún frías. Pobres los que tengan la calle como tejado. ¿Qué le ocurre a un corazón cuando no produce amor?.

O 231 poetas. Me pidieron pintar la columna del Petit Hotel Palacio de Arana, en la Ribera con Bidebarrieta, junto al Arriaga. Allí me fuí con mis bártulos y la idea primera de la democratización del ingenio, del genio. Lo que hay que hacer. "Después vendrán las flores, ahí está el juego ... " escribió Edu López. Ahí os muestro el trabajo, como una parte más del mobiliario de la recepción, porque fué así como se hizo. No en las mejores condiciones, con el espacio a pleno rendimiento.
Y así firmando salimos del apuro, de la vergüenza. Como salimos del funeral de Tasio. Avergonzados de ser tan efímeros, tan frágiles, tan débiles. Él luchó de lo lindo. Trabajó duro. Él nos hizo la casa dónde escribo. Un hombre que tenía un tratado propio de las buenas formas. Una de las txapelas mejor vestidas de Bilbao. Espéranos en el cielo, en el mar o donde tú quieras ... Reencarnado me gustaría encontrarme con él, con Paco y con mi padre, con el tío Roberto "Pesuco" porque le vaciaron un ojo con ese elemento del juego de la Tángana manchego. Y con Iñaki Villanueva "Peloduro" que se tiró de una ventana o lo tiraron apareciendo en el maltrecho patio de una comunidad de vecinos de la calle Cortes. Lo homenajeo constantemente con mi actitud de llevar el pelo largo. Claro que el suyo era rubio. ¿No os lo había contado?, fué con él que trabajé en aquel cementerio. De muertos anónimos, poco célebres. ¿Qué le pasa al corazón cuando no es capaz de producir amor?, ¿qué le pasa?.

Hay una reunión de poetas en cualquier lugar, cada uno a su modo dice las cosas. Sin actividad contable y faltan muchos. Hay uno que es el primero. La bondad de sus letras es proporcional a los trabajos publicados. A la importancia de su editorial. Muchos viven de la poesía, excepto los poetas. Os prevengo del sueño de los editores. Y de los editores que bostezan. Los poetas entre tanto viven. 24 horas en la acción de arrastre del minutero del tiempo.

232, 233, 234 poetas y Uno, William Ospina

NUESTROS MUERTOS

No están en parte alguna,
ya son hierba y estrellas,
pero su sombra enturbia las palabras
y sólo a veces pasan por la mente,
vagan por nuestras almas, reclamando
lo que nunca les dimos.

11 abr 2010

Poema

Para aligerar el camino

VISITA

Todos los días vienes
Al oscurecer, con el sueño
de las primeras palomas.
Todos los días vienes.
Con la tarde, a veces,
con una bolsa prieta de esperanza.
Todos los días. ¡Todos!
Vienes con el viento,
y apenas tienes tiempo.
Todos los días vienes, ¡todos!
luego levantas el vuelo
con los ojos acristalados
y una sóla lágrima
nos dejas.
Todos los días vienes.
Vestida de primavera eterna
y cuando oscurece, nos besas.

Carmelo Camacho, soldado de la agrupación de caballería. Gijón, hacia 1975

14 mar 2010

La feria, la mudanza y de nuevo los amigos

Cada uno cuenta la feria conforme le va, conforme la ve.
Os aproximaré brevemente a la mía.
De unos años para acá hay muchas cosas que me mantienen alerta. Quizá el mismísimo paso del tiempo sobre mí. Sobre todos nosotros. Pero hay más. Naturalmente. La continuación de este oficio maravilloso que elegí hace años por mimetismo con las exposiciones que en esta ciudad veía. Cuando vine a Bilbao, me dí cuenta que no llegaría mucho más lejos. Sedentario y austero como soy. Hace aproximadamente 35 años. En esas exposiciones de la Caja de Ahorros Vizcaína, en Gran Vía, conocí al mejor Alfonso Gortazar que luego sería mi maestro y mentor.
Ahora, inmerso en un proceso de mudanza, el tiempo, ese mismo tiempo que pasa y nos preocupa ha venido a socorrerme. Así es como aquí, en las paredes de este estupendo bajo del Colegio de Abogados, podréis ver obras que proceden de 2004 y años sucesivos hasta la actualidad. Obra sobre lienzo, papel y cartón. El trabajo, el anecdotario de estos años congelado. El cuidado, el respeto que me ha procurado la basura.
El propósito, uno de ellos, el inicial propósito de esta exposición ha sido dar naturaleza, forma de libro al maravilloso texto que desde mi pasada exposición en Bilkin "Gracias por las flores" de 2004, guardo de Eduardo López. Un texto que se entregó en una hojita de papel como esta que tiembla en mis manos y que no quería que se perdiera transportada en el camión del reciclaje ... un texto actualizado ahora y que en unos días pondré completo en el blog. Coincidimos en muchas cosas. De hecho, creo que estas palabras sobran, que bastaría con remitiros a ese texto y tomar un vinito.
Como podéis observar, nunca me ha dado por reinterpretar a los clásicos. Consciente de mis limitaciones, de mis admiraciones. Excepto, acaso, en que me sigue conmoviendo la poesía.
He querido citar aquí, como invitación, a Javier Aguirre Gandarias. Dedicándole diez balbuceos pictóricos, paletas sobre papel de catálogo. LORO. Viene este poema a hablarnos del amor, de la experiencia estética, de la experiencia ética. En palabras de otro gigante, Mario Benedetti, vendría a ser así:

Teoría de conjuntos

Todo cuerpo tiene
su armonía y
su desarmonía

en algunos casos
la suma de armonías
pude ser casi empalagosa

en otros
el conjunto
de desarmonías
produce algo mejor
que la belleza

Viento del exilio. Visor

El caso es que la suma de exposiciones que vemos deben de procurar, entre otras cosas, que el espectador se mire al espejo.
No quiero pasar por alto, para que me comprendáis, la actitud de Francis Bacon que ponía cristal a sus obras para que el espectador se viera dentro. Involucrado.
Javier, como Benedetti, como Bacon dice al respecto

Loro

Tiene un ojo cerrado
y otro abierto. El loro tuerto!
¿Cantar? No canta
¿Reír? No ríe
¿Posee alguna gracia? Ninguna. El loro tuerto!
¿Ha aprendido a amar? No ha aprendido.
Pero subo las escaleras corriendo
para verle, con el corazón impaciente:
¿Le habrá ocurrido algo?
le doy de comer, le hablo al oído, le mimo.
Y, me mira fijo. Fijo con su ojo demoníaco. El loro tuerto!

Música del río. Pamiela.

Lo que sé de mí ... tan sólo
Contiene una soledad muy habitada. Como aquel precioso libre de Bohumil Hrabal. "Una soledad demasiado ruidosa".
Como si de un concierto de Jazz se tratara, presentaré al grupo de amigos que han hecho posible esta nueva exposición. Aplaudiéndoles por sus magníficos solos.
Antón Hurtado ha diseñado el catálogo, cada minuto más amigo y mejor artista.
Eduardo López, autor del texto que me llevará al ilapso de los Dioses. Un texto que me ubica y me hace más comprensible.
Joaquín Lara hizo las fotos y os confieso que desde hace años, muchos, no sé que hacer sin él.
A Alex Zugaza, al Colegio de Abogados, A la BBK.
A Pedro Fraile, que comisaría y representa mi entusiasmo.
A todos los demás que me conocéis y sabéis que soy un tipo tranquilo. Lento a veces. Cuando nací en 1959, me encontré con una España ya repartida. Qué vamos a hacer!!.
Un tipo tranquilo que lucha por abandonarse al romántico abrigo del taller.
A Maite Martín, mi mujer, que no canta flamenco. Y a mi perro.
Si el propósito, otro, de esta muestra hubiera sido reuniros aquí, lo hemos conseguido. Gracias por vuestra presencia.

Palabras leídas en la inauguración de mi exposición en el Colegio de Abogados.
Bien sabe el cielo que no me gusta regalar los nervios. Los necesito para trabajar. Pero a veces son inevitables.

25 feb 2010

Lo que sé de mí... tan sólo - II


Portada del catálogo de la exposición.

Aquí os muestro la portada del catálogo y tres imágenes de la exposición. Empezamos hoy. Nada como ver el arte al natural. Por orden de aparición, abajo, "Recuerdos de París", "Despensa" y "Cesped".
...finalmente tus ojos me
conocieron, nos sonreimos, dejándonos, observando
(tumbados, en
la hierba de un
acantilado) lo que había sido otra
cosa convirtiéndose en nosotros cuidadosa lenta fatalmente....
mientras en el mismo centro del fuego todo
el mundo se volvía brillante y un poco evanescente.
(fragmento)
Hacedme caso, no lo digo yo, lo dice E.E. Cummings en "Búffalo Bill ha muerto" (Hiperión, 274).

8 feb 2010

Datos y prolegómenos de una exposición


Juegan las mascotas, mixta/lienzo 200x180 cm. 2008

Don del mundo

¡Qué maravilla el mundo!

Se nota
que está hecho a toda prisa,
como un don de amor inmenso,
en siete días.

José Jiménez Lozano. Elogios y celebraciones. Pretextos 743

"Un buen método de aproximación al hecho creativo y a su comprensión, sería el de observar una serie de contenidos psíquicos desde un estado de profundo silecio. Una especie de test que abordara aspectos psicológicos tales como estar ...
Asombrado, tal vez maravillado, distante, pero a la vez dándose cuenta. No apegado, conocedor, armonioso, con ganas de tararear buena música, testigo de uno mismo, no erudito, relajado, vacío y lleno, luminoso y oscuro, ni lo uno ni lo otro, desidentificado, sin avidez, sin perjuicios, sin codicia del resultado a obtener, con la mano libre de expresar lo que ella quiera, etc.
La actitud meditativa, silenciosa que abre todas las puertas, va contracorriente del movimiento aparente de la vida, que es lo superficial, lo epidérmico."

Fragmento de un texto de Juan Mieg, Enero 2006 para la galería Juan Manuel Lumbreras

Confieso que este texto de Mieg es uno de los que más me han interesado en los últimos años.
También que esta mi nueva exposición en el Colegio de Abogados de Bizkaia, no se hubiera realizado sin el trabajo de representación de Pedro Fraile. Persona en la que delegaré en el futuro parte de mis apariciones.

Como si lo hubiera pensado. Antes de todo. Ha surgido como si hubiera formado parte de un sueño. Reparador y corto. Todos los días con las horas a mi favor. Como si el trabajo, realmente, hubiera estado hecho. A la vez que la obra, los cuadros. Y sólo faltara mirarlo adecuadamente. Disfrutando.
Apenas unas rectas de rodillo aquí y mañana todo será más blanco. Y se percibirá de inmediato el empiece, la voluntad de hacer, de ser. Esto no es una operación a corazón abierto. Siempre lo dije. Es, tal vez, un juego. Algo lúdico que puede ir más allá de la paciencia de los dioses. Y en todo caso algo, he aquí el consuelo, que tendrá presencias sucesivas.
Y es tal que así porque me he empachado de solidaridad. De la capacidad de ayuda de amigos muy cercanos. Con celeridad vinieron sin pedir nada a cambio. Excepto un café, un vino y la musa compartida como música que amansa a las fieras. Para izarme de pronto con el cubo lleno. Vino Joaquín Lara tras un manto de nieve desde Vitoria, a realizar un sin fin de fotos como si fueran suyas, las únicas, las últimas. Con lo mejor de sí y unos extraños focos muy domésticos. Involucrándose, emocionándose con cada pieza igual que cuando concurríamos a los Gure Artea de los primeros 90 y montábamos las telas en su bastidor a las afueras de Fadura ¿recuerdas? y comíamos bocadillos como los albañiles, a pie de obra.
Antón Hurtado maquetando, haciendo paseable la belleza. Por más que sea convulsa. Esta belleza, poca, de lo otro. De lo nuestro, que pretendemos con toda la verdad que sea distinto. Bordando de nuevo un catálogo con esmero, con mucho conocimiento. La vanguardia es mañana pero habrá que dejar apuntes de lo al hoy conseguido.
Y Eduardo López. Maravilloso texto. Actualizando un texto suyo de Diciembre de 2004 que no he querido que vaya al cesto de los papeles. Al olvido. Aquel se entregó en mano en mi exposición "Gracias por las flores" en la desaparecida Bilkin. Este irá editado y tal vez así consigamos que sea perdurable.
Sustituyan mi nombre, ustedes los artistas que se plantean la pintura como yo. Porque es un texto universal. Como poesía. Eso creo que es la poesía: conseguir verdades universales. El antes y el después de lo vivido. El presente es una consecuencia.
Así se portan conmigo mis amigos. ¿Qué más se puede pedir?. No puedo hacer más que agradecerles mi calma, mi sueño reparador. Y renovar con ellos mi compromiso.
Me cogen estos días leyendo a Tápies y me siento aún más defendido. Es un señor que durante años defendió hasta hartar el arte otro, que dice, acuñado por Michel Tapié. Recuerdo su exposición en Rekalde y el estupendo vídeo en el que se le veía trabajando, pintando telas inmensas en el suelo. A su manera en su torre-estudio de ladrillo. Mirando la obra desde arriba en la balaustrada. - Corta ahí. Y el ayudante montaba una gran escuadra en el suelo y a golpe de cutter fraccionaba de un tajo el expresionismo. Arte al peso. A medida. ¿Cuánto pesa el artista en el volumen del mundo?. En ese ápice valorable Tápies se encuentra bien. Y nada que se nos ocurra, que ocurra, le es ajeno. Dice: Porque, como dijo un gran amigo de los trobadores, pero también militante en las "sacudidas de la historia" más reciente, nuestra tradición auténtica ha sido siempre el sentido de la libertad.
Recuerdo también su magnífica exposición en Carreras Mugica con trabajos recientes, entre 2004-06. Con obras, esta vez, afectadas de ternura. Sorprendentemente limpias, breves. Dos botellas trazadas en una suerte de arena sobre una tabla. Demostrando quizá que somos muchos los que lanzamos socorros al aire. Al agua.
Reitero que me he sentido muy acompañado en estos días, sacando a la luz un catálogo que era el más temeroso escollo para mi. Un hombre como yo. Primario. Confuso. Cargado de ilusiones. Imposible hubiera sido sin los mencionados amigos. Imposible, en esta ocasión, sin Ikeder y el Colegio de Abogados de Bizkaia. Está en las Rampas de Uribitarte.
Lo que se de mi ... tan sólo,... ha comenzado. Se podrá visitar desde el 25 de Febrero y estaré con vosotros el 11 de Marzo a las 19,30. La casa pondrá un vino. Salud. Saludos.
Bilbao, a 11 de Febrero de 2010.

21 ene 2010

Lo que sé de mí... tan sólo - I


El estado de las cosas. 2007. Tríptico. Mixta sobre madera. cm un montón.

"Desde el momento en que empecé a pintar la figura, mi concepción del arte cambió radicalmente. Quizás no en su sentido estructural más evidente, pero las figuras distorsionaron mi idea de ambiente y de interior y también de la composición en sí. Y eso me satisfizo, porque esa sensación no se consigue con la pintura abstracta... En la pintura abstracta uno no puede enfrentarse a... un objeto o una persona, a la psicología que se concentra en una persona frente a la ausencia de cualquier figura que ella representa... Y eso es algo que echaré de menos en la pintura abstracta porque nunca podré conseguir ese tipo de diálogo entre varios elementos que pueden llegar a ser... tremendamente diferentes, que pueden estar en oposición o en agudo conflicto".
Richard Diebenkorn. "El experimento Velázquez" Michael Gruber. Alfaguara

"Todo artista lleva consigo una palabra para transmitir. Pero pobre de él si la conoce. Si la sabe."
Vergilio Ferreira. Pensar. Acantilado 138.

Otros aprendizajes
No dejaré pasar la oportunidad de hacer que se respete al individuo. Es por eso que aprecio más el arte otro. Lo busco. Así definía Tapies el suyo en 1955, "Estoy aquí por el arte otro" y cuenta el artista catalán que ese término lo acuñó Michel Tapié. El arte terapéutico. El arte bruto. En la novela Los confines de Trapiello, que leo ahora, al protagonista lo secuestran por tan sólo unas horas. Inagotables. Casi un día, noche incluida, en la noche que se ve cuando te ponen una bolsa negra en la cabeza, y te ciega los ojos pero no los demás sentidos. Ceguera, tal vez, como la de Borges que veía más allá de la visión. Me maravilla su conocida foto en la que sigue el salto de un gato.
Apelo a la fe que destapara Abigail Laskoz en Diciembre de 2004. "El que disfruta el arte y la cultura tiene un poquito de fe".
Nuestro tío Pedro ha muerto con 92 años. Acabo de hablar de ello con Pepe. La última vez que lo vi hace tres años aparentaba tener sesenta y pico o menos. Siempre lo recordaré así. El caso es que ya no está y mando mi pesar a mis primos. A todos ellos que andan por Andujar, Madrid, Valdepeñas. Me siguen pareciendo muchos años para un señor que andaba de casa al cercado en bicicleta. Transmitía serenidad y paciencia. Él velaba de reojo por nuestra educación. También conoció a Juana, la mujer del tío Saturnino. Era calderero menor, trabajaba la chapa y el cinc en un taller pequeño entre la plaza Mayor y Balbuena. Fue mi primer aprendizaje paralelo a la escuela. En realidad si había algo que aprender era la obediencia, pues el tío Saturnino lo tenía siempre todo hecho. Trabajaba con sigilo de relojero, con unas tijeras para chapa que cortaban muy bien. Hacía unos hermosos cangilones para las norias, perfectos, iguales, con dos o tres agujeros en el fondo para la transmisión del agua. ¡Qué maravilla!.
Iba de pequeño a ayudarle, a verle, en vacación. Tuvieron la idea entonces de fabricar recogedores de chapa reciclada de latas de aceite. Azules, verdes, amarillas. Saturnino se hacía con las latas y las reconvertía en otra cosa, con un agarradero de madera bien labrado en la empuñadura. Me encargué de venderlos en la calle Sevilla. Creo que es la única cosa que conozco de esa ciudad. Suficiente. La calle estaba en la salida empinada del mercado, en el centro del pueblo. Daba cobijo a los puestos provisionales, especias aromáticas, muy codiciados plásticos, flores, herramientas y los jueves venía de no se qué lugar un botijero. Creo que los cobraba, los recogedores, a cinco duros. Alguno quedará allá en el pueblo. Antaño se hacían las cosas para siempre.
Esa temporada iba los domingos, muy independiente, a comer a casa de la tía Juana. ¡Qué era un piso!. Les conocí otro que daba al Cine Parque de verano, desde la ventana de la cocina, subido en un taburete, pude ver alguna de romanos, del oeste, de Fantomas, a pantalla grande. Disponía la tía Juana de una cultura muy doméstica. Respetable. No decía ni mucho ni poco. Era discreta. Disfrutaba creo de la situación industrial de Saturnino, porque no es poco no tener que depender del campo. Hacía la tía, una sopa de estrellitas deliciosa, todos los domingos. Y siempre estaba igual de buena cuando le ponía unas resucitadoras gotas de limón. No tenían hijos. Me querían. Yo por mi parte adoraba a Saturnino porque tenía un local con una puerta a su medida y siempre que iba a verle estaba sentado en una silla a la que le había cortado las patas. El taller era pequeño, suficiente para que el tío se arreglara bien. Algunas veces salíamos a trazar una chapa en la calle y yo me sentía muy bien haciendo cosas de adultos. En ocasiones, iba a por la chapa grande a donde Enrique, su hermano, que también era chapista o calderero o cosa parecida. Los dos eran muy serios. Me daba el pliego de chapa requerido y me iba yo con aquel aspa que con el movimiento sonaba a concierto de serrucho. Con el aire. La fachada del tío Enrique, de ladrillo rojo, era la más bonita, la más bella del pueblo. Ladrillo estrecho con llagueo de un dedo de arenisca. A puerta cerrada y con las contraventanas de madera puestas el paseante forastero no sabría si aquello era un taller o un convento. En aquel entonces a las casas no se les llamaba arquitecturas. En aquel entonces los artistas plásticos se hallaban lejos. Gregorio Prieto, en Grecia o vaya usted a saber, Francisco Nieva, en París, en Madrid o vaya usted a saber. En Barcelona, el poeta, escritor y traductor Ángel Crespo. En aquel entonces yo no tenía entendederas suficientes para saberlo.
Sábado seis de Febrero de 2010.

14 ene 2010

Post Data para con un cuarto de pliego ... de lija

"Hoy ya tuve unos cuantos benévolos momentos de radiante mundo"

Peter Handke. El peso del mundo. Laia. 12

Aprovecho estos días, de atrás: Navidad, Fin de año; de bullicio callejero para sacarme de ahí y hacer cosas que quedaron pendientes. En casa. Esas tareas que se dejan y te ocupan luego uno o dos o más cajones abarrotados. En la cabeza. Y las ideas frescas, diarias han de abrirse paso en esa cortina, a empellones, de reciente pasado.
La vivienda es lo más cercano a una nube que conozco. Tengamos en cuenta que en algunos casos es la propia nube. En aquellas casas que tienen patio abierto. Y en las que suman goteras en exceso. Donde el existir pasa por alejarse constantemente de esa humedad que vive contigo y cuando duermes sueñas con ella como si de novia nueva se tratara.
La casa es una nube. Poéticamente hablando. Dejémoslo así. Una nube de las que citan los poetas cuando quieren decir que no se termina de conseguir algo o nada. Querido en exceso. O necesario. O imposible. Y es sabido que una nube no es un precipicio donde se da a entender que nuestro propio peso tiende siempre a caer. A desmoronarse. A precipitarse.
Desde luego, puestos a pedir, es mejor pedir la luna. Aún hay quién lo hace. Pero el astro nocturno perdió fiabilidad desde que fue, dicen, pisado. Una huella, dos, tres, cuatro, seis huellas y ya ... vuelta al origen.
Así es que me pongo en estos primeros días del año pliego de lija en mano y bayeta a limpiar la librería principal de hierro de casa. Estantería mínimal que siempre acoge libros como país que conozco. Marcos, fotos, trenecillos de colores, ranas de este o aquel material. El tibor de los todos, gomas, mini lápices, pins, sellos ... y nunca los suelta, se deshace de ellos o vienen entrando mucho más que vienen saliendo.
Anagrama, Anagrama hispánicas, Caralt, El acantilado, Galaxia Gutemberg, Tusquets, Emecé editores, Siruela, Destino, Salamandra, Alianza editorial ... muchos más libros de los que pueda leer, interpretar, en una vida tan sólo. Dicen que para la libertad también es insuficiente con una. Nos vemos compensados con libertades atrasadas. Pero ¿qué nueva partitura de zambomba transmitiremos nosotros?.
Me recojo aquí, en un cuarto de pliego de lija para hierro. A pulir la librería. No quisimos pintarla cuando la ideamos. El hierro dulce es bello. Maleable. Silencioso, tan sólo le dimos unas manos de Zapón.
Nos regalaron un precioso centro de mesa que me observa, aunque pienso que un buen jamón es el elemento ideal en una cocina moderna. En violetas. El centro de mesa espléndido.
Me acuerdo que de niño tenía paciencia, creo que tenía capacidad para quedarme largo rato mirando una pinza. De colgar la ropa. De madera o verde, azul, roja de plástico. El recorrido en la pared de una lagartija, entre la hiedra, gitanillas, geranios ... un maratón de hormigas. Ese movimiento tan quieto. Ese hurgar en el embeleso me previno siempre contra el viaje. Mirar demasiado un candado, una red de gallinero, un abrevadero, una cuña, una llave fija, te hace pensar cuanto tiempo necesitaría para asumir, digerir, la belleza del Taj Mahal. O el Nilo. Y no está la vida para andar huyendo. Como huidor acelerado he salido de la novela de Modiano. Que debe, aún habiéndola leído no lo sé, tratar de espías.
En aquel tiempo de la infancia, recuerdo que un carnicero pasaba a menudo por el taller de mi padre. Eran amigos y se interesaba por cómo le iba. Iba de paso a su almacén, en un cercado, que tenía para su tienda. Embutidos, conservas, jamones. En una de las calles adyacentes a la Seis de Junio. Un día me llevó a aquel gran patio con pozo, con tejados interiores para los carros, y abrevadero para los animales de tiro. Había tres perros. Aquello era tan grande que hubieran cabido al raso todos los pasos de Semana Santa del pueblo ... en unas cajas de fruta atesoraba un, entonces me lo pareció, sin fin de Tebeos. Ahora llamados comics, en este inglés que nos va atrincherando. El Guerrero del antifaz, Roberto Alcazar y Pedrín y otros ...
Me ofreció, me dejó llevar a casa unos pocos para ir viéndolos. Los llevé, muy agradecido y en un tiempo se los devolví. Sin haberlos siquiera leído. Tan sólo ojeados. Vistos los santos, como dicen en el pueblo. Y lo que me pasó es que tuve nostalgia de los que quedaron al aire en aquel gran patio. Fueron mis primeros contactos con el coleccionismo. Después de aquello me propuse tener cosas yo también. Hasta la fecha. Tengo ese extraño, extenso, deseo de tener, de poseer, de saberme acompañado. Por Simenon, Walser, James, Vargas, Wilson, Cheever, Buzatti, Cirlot, Padorno, Talens, De Lucca, Donna Leon, ...
Y paso así una bella tarde ilusionando. Recordando pasajes y leyendo. Coleccionando. Vendrán todos conmigo a lomos de gigantes elefantes si me marcho. Es un decir, se trataba de limpiar la librería.
Advierto que también sumo a los estantes los libros que me dejan. Que me rompen la dinámica, la guía de lectura. El embeleso. Los devuelvo de inmediato cuando consigo un ejemplar igual. Es fatal devolver un libro no leído. ¿Quién que haya diseñado esta sociedad nos ha inoculado la impaciencia?. El libro siempre tiene tiempo para uno.Habrá que hacerles caso.
Está quedando bien con tres cajas menos de libros este gran corazón de metal a prueba de insomnio. Luego la miraré como a las pinzas. Saludos.

10 ene 2010

Con un cuarto de pliego ... de lija



Aplique. Mixta/papel 24x24 cm 2009

Obreros

La labor terminada,

¿qué obrero habrá añadido
como una furtiva caricia
sobre el muro de piedra los musgos amarillos?

William Ospina. Poesía 1974-2004. La otra orilla

"No me gusta trabajar, pero cuando lo hago me agrada hacerlo como los pintores. Se paran ante su tela, la miran, calculan; luego hacen unos trazos con lápiz, se asustan (creo yo) y se van a la calle o leen (son grandes lectores) y vuelven, y desde la puerta ven aquello, a lo que se acercan, ahora con unos pinceles y una mesita en la que han puesto muchos colores, o pocos, según: rojo, azul, verde, añil, blanco, violeta; piensan, titubean, miran su tela, se acercan a ella y ponen un color aquí y otro allá; se detienen, se hacen a un lado y miran, vacilan, piensan, y leen o se van a la calle, hasta otro rato"

A Vicente Rojo. Augusto Monterroso.